Algo está haciendo mal no solo el fútbol, sino la sociedad en general cuando ocurren este tipo de cosas. Uno de los ultras del Spartak, de ideología neonazi, que pensaba viajar a Bilbao ha resultado ser un viejo conocido de las autoridades policiales europeas.
Fue uno de los infames protagonistas de los incidentes de Marsella de la pasada Eurocopa de Francia, cuando 'hooligans' ingleses y rusos chocaron en la sureña localidad gala.
Tras varios días de incidentes, el día de partido la violencia alcanzó su clímax, y un aficionado inglés, Andrew Brache, terminó en el hospital, en coma, tras ser golpeado en la cabeza con una barra de hierro.
Su agresor nunca fue apresado, pese a estar identificado por la Policía desde finales de 2017. Se dio a la fuga pese a que Francia emitió una orden de búsqueda contra él. Se enfrenta a una posible condena de 15 años de prisión por homicidio en grado de tentativa.
Logró evadir a la Justicia hasta esta semana, cuando fue identificado por las Autoridades del Aeropuerto de Múnich, y apresado por ellas. Se encontraba en la localidad alemana haciendo escala rumbo a Bilbao. Nunca llegó.
El portavoz de la Embajada Rusa en Alemania protestó por las redes sociales ante la detención del ciudadano ruso, cuya identidad no ha trascendido, asegurando que es un atropello y un pretexto para exacerbar la 'rusofobia' que crece en Europa.
El ultra, al que sus compañeros llaman 'Pavel', será extraditado a Francia, y juzgado por los hechos del verano de 2016. Los ultras del Spartak intentarán recaudar fondos para costear su defensa.
Esta detención llega a escasos meses de que precisamente Rusia albergue un Mundial marcado por la violencia de sus aficionados en la anterior cita de selecciones.
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